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A propósito de la Serie del Caribe: Cuba frente al espejo

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Los cubanos han dejado la peor imagen entre los equipos que intervienen en la 56 edición de la Serie del Caribe

Los cubanos han dejado la peor imagen entre los equipos que intervienen en la 56 edición de la Serie del Caribe

Tomado del muro de Facebook del periodista Rafael Arzuaga Junco

Llevo la mitad de mi vida criticando la Serie Nacional por H o por B, porque casi nada ha estado ciento por ciento bien desde que Zabala dijo y determinó que los peloteros con más de 35 años eran viejos (desde entonces el techo, los cimientos y las columnas de la pelota cubana comenzaron a caerse, a partir de ahí, solo ha habido inmovilismo o remiendos de zapatero remendón y malo). ¡Qué digo yo ciento por ciento bien!, ni 90 por ciento bien. Los males de nuestra pelota tienen una data mucho más vieja de lo que se dice.

Antes, en los 80 sí, lo que seguimos la pelota lo sabemos bien, habían vicios iguales o peores (no correr, no deslizarse, evitar enfrentamientos contra lanzadores de calidad, no jugar subseries como visitantes en provincias distantes, jugar en estado de ebriedad, tener los bancos llenos de personas ajenas al juego, hacer un trofeo de campeón azul antes de conocer el ganador de la Serie, fajarse en las sedes y romper todo lo que podía romperse…, y otras muchas más).

Sucedía, que entonces, por allá por los 80 y 90 del siglo pasado, jugábamos contra verdaderos amateurs (jugadores de fin de semana, con sacrificios que ni imaginamos para poder jugar y viajar a un torneo internacional, que no se entrenaban como debían y que más parecían cosacos tomadores de cerveza) o contra equipos de talentos emergentes, aún por formar (eso eran las novenas de Estados Unidos y Japón, por ejemplo:  jóvenes con mucho talento, con muchas ganas de jugar a la pelota que, no en pocas ocasiones, pusieron contra la pared a aquellas selecciones que tanto ponderamos ahora).

Jugábamos contra niños o tomadores de cerveza, ganábamos, a veces con holgura, a veces no, pero siempre salíamos de los torneos embriagados de grandeza. Una grandeza entre comillas, que llevó a decisiones disparatadas y, sobre todo, a vivir a oscuras, a estar engañados, a creer que la pelota era más vital y de mayor calidad aquí que en cualquier otro lugar. Y eso, no lo duden, nunca es verdad. Nunca sabremos el verdadero nivel de nuestra pelota en los 80 y 90, porque entonces ni había Clásico Mundial, ni participábamos en las Series del Caribe (cualquier criterio, quedará en el campo de la especulación).

Nunca sabremos el nivel de nuestra pelota actual, comparada con las de República Dominicana, Venezuela o Puerto Rico porque los Chapman, Alexei Ramírez, Céspedes, Leonys Martín, Kendry Morales y otros, que tampoco nos dieron muchos títulos cuando integraron las selecciones nacionales pero ahora son mejores jugadores que entonces, no pueden hoy integrar nuestro equipo.

Lo único que me queda claro a mi es que, nuestro pelotero, sí es de mucha calidad (los nombres que mencioné, más los de otros que brillan en Japón y otras latitudes, lo dicen por sí solo). Es por eso, por la calidad innata del pelotero cubano, que la Serie Nacional, la supina Serie Nacional que tenemos, se sostiene, con alfileres, pero se sostiene.

Y por último, dos asuntos. Uno, si algo se parece al país, a Cuba, esa es la pelota. Dos, el béisbol no puede cambiar por mandato y gestión de los decidores bajos los cuales comenzaron y se perpetuaron los problemas.


Archivado en: Mi Columna Tagged: beisbol, cuba, isla margarita, serie caribe, venezuela, villa clara

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