¡La calma rota!

Iday protagonizó una bochornosa trifulca en el Sandino / FOTO Carolina Vilches

Anoche Iday Abréu tiró la prudencia en un latón de basura y se transformó –digamos- en un elefante sin control. Ciertamente Iday es un elefante, apacible y omnisciente en su jungla; sin embargo, el de anoche no fue un juego cualquiera ni Iday el mismo que en la cueva es capaz de disimular las tormentas interiores.

El manager de Cienfuegos quebró su pacto con la mesura de una manera brutal,  so pretexto de un out inverosímil decretado por el árbitro de tercera base Osvaldo de Paula (Pinar del Río),  sobre robo de Lázaro Rodríguez.

La jugada fue quieto; evidente, claro, irrefutable y tal vez haya sido como un pisotón en el dedo gordo del pie o una puñalada en los sueños de ser Campeón, pero ¿en qué se va a convertir nuestro béisbol si cada quien se siente con derecho de arremeter con violencia frente a una mala decisión arbitral?

Estoy seguro que vendrán otros outs-quietos y otros strikes que son bolas o viceversa -el arbitraje cubano es pésimo- y tal vez ya no sean suficientes las suspensiones por dos partidos, porque ayer fue Víctor, hoy Iday y ¿mañana?

Ahora, la expulsión del mentor fue oportuna y lógica. Orden es respeto, por encima de méritos o nombres; pero el pronunciamiento por parte del grupo de Reglas y Arbitraje sobre el error de Osvaldo debe ser impostergable y contundente. No puede haber doble raseros.

Yo siento pena de que Iday haya roto la calma -la suya- que había sido ejemplar, como la del elefante esclavo de una paciencia irritante.

Pena por él, que se quedó en el dugout  en una actitud desafiante, que recuerda a un célebre indisciplinado, y no tomó el camino de las gradas a donde van los que asumen con hidalguía sus errores.

Pena por él, que no asistió a al conferencia de prensa, porque como dijera un forista en Cubadebate “desconocen que en ese momento no es un diálogo con los periodistas, sino con el pueblo, deseoso de saber interioridades y decisiones, buenas o malas”.

Definitivamente, lástima por nuestra pelota que todos los días tiene un incidente desafortunado ora protagonizado por un atleta ora por un manager, pero siempre, o casi siempre, con el telón de fondo arbitral.